El príncipe y la bruja Agenesia

<Capítulo primero>

Todo ocurrió una tarde de septiembre cuando Rael salió de su palacio para dar un paseo a lomos de su caballo Petro.
Rael iba despistado y galopó sin apenas darse cuenta que había sobrepasado la pasarela que cruza el río que rodea el castillo de su padre, el rey. Y que atravesaba el campo de remolachas sembrado alrededor del río que bordea el castillo, con la pasarela de madera vieja, de su padre, el rey.
Ni siquiera se percató de que se adentraba en el bosque de eucaliptos que protegen el campo de remolachas que hay alrededor del río, que circunda y sobre el que cuelga una pasarela de madera gris y vieja , del castillo de su padre ,el rey.
Rael estaba tan concentrado pensando, que tampoco advirtió que él y su caballo blanco pisaban sobre las tierras pantanosas, que rodean el bosque de los eucaliptos que protegen del viento el campo de remolachas sembrado alrededor del río que rodea el castillo de su padre, el rey.
Pensaba en el torneo de la mañana siguiente y tuvieron mucha suerte de no ser tragados por las arenas movedizas de las tierras pantanosas que hay alrededor del bosque de eucaliptos y helechos, alrededor del campo de remolachas que está sembrado a la ribera el río, porque ese año no llovió suficiente y por lo que los campesinos sembraron allí las remolachas azucareras, para poder regarlas con el agua del río que rodea el castillo, al que únicamente se puede acceder por la pasarela de madera vieja y gris, y con oxido en los clavos, que pende de la torre menos alta del castillo de su padre, el rey.
Rael sabía que el torneo de mañana era el más importante de su vida, ya que tenía que luchar y vencer a un desconocido que les había declarado la guerra, y que de perderla, tendrían que abandonar las tierras, y el bosque y río y el castillo de su padre, el rey.
Y mientras recordaba las técnicas de lucha que había aprendido de su padre -el rey-, Rael no observó que penetraba en el bosque encantado con forma de 8 que rodea la laguna y las tierra pantanosas de arenas movedizas, casi secas por falta de lluvia y que delimitan el reino, alrededor del bosque de eucaliptos y alrededor del campo de remolachas, excepcionalmente plantadas por los campesinos, para poder ser regadas porque ese año no había llovido demasiado, a orillas del río de aguas cristalinas que su padre, el rey, mandó desviar para proteger el castillo de intrusos ,sobre el que cincuenta hombres hicieron una pasarela colgante de madera, ahora, gris, vieja y con clavos oxidados por la humedad de la noche, y que está sujeta a una de las veintidós torres que tiene y blanquean todos los veranos, el inmenso castillo de su padre, el rey.
De pronto Rael detuvo el caballo. Miró extrañado el lugar donde se encontraba, intentaba visualizar como había llegado hasta allí. Recordó que había pasado por la zona pantanosa en forma de 8 y a la que su padre ,el rey, le tenía totalmente prohibido adentrarse porque , allí, muchos caballeros perdieron la vida al ser arrastrados por las arenas movedizas, que ese año estaban en parte secas ,porque no llovió y que estaban alrededor del bosque de helechos situado en el borde del campo de remolachas azucareras que cultivaban los campesinos y que se vieron obligados a plantar, porque el conjuro de una bruja impedía que se pudieran formar nubes, alrededor del río de agua transparentes y frías que rodea el castillo, al que solo se puede acceder por la pasarela de madera gris, vieja y con clavos oxidados, colgante de la torre más pequeña, de las veintidós que hay ,y aún siendo la más pequeña, es mas alta que cualquier iglesia, de su padre, el rey.
Pronto reconoció que era el bosque encantado del que tanto había oído hablar, mal, por supuesto. Así que dio media vuelta para escapar de allí.
Y velozmente galopó en línea recta, intuyendo que tenía que salir de allí, y una vez hubo salido del bosque encantado, atravesó raudo, casi sin tocar el suelo, las zonas pantanosas y el bosque de eucaliptos y el campo de remolachas, donde no había ni un solo campesino y en cuyo centro no estaba el río con el que poder regar las remolachas, ni la pasarela, ni el castillo de su padre, el rey. Parecía como si se lo hubiera tragado el río, que más que un río era un laguna de aguas turbias y calientes… Estaba lloviendo.

¿Cómo es posible, si he hecho el camino a la inversa y en línea recta? -Se preguntó extrañado.
Rael bajó de su caballo y se secó el sudor de la frente con el brazo izquierdo. Como habréis podido observar, Rael ,no tiene manos.

continuará...

1 comentario:

  1. Mira, se ha tenido que perder, no hay otra. Tanto rio, remolacha y bosque encantado. ¡Qué se compre un GPS! Hombrepordiosyaestabién!

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